La provincia de Córdoba, además de ser experta olivarera, se lleva la corona en la fabricación del turrolate. ¿No sabes qué es?
En cuanto descubras qué es el turrolate y por qué es tan especial para la gente de Córdoba, especialmente para los paisanos de Priego de Córdoba, ¡querrás probarlo de inmediato!
Qué es el turrolate
Probablemente, ya sabrás que es el turrolate gracias al nombre que tiene. Efectivamente, el turrolate es una combinación entre turrón y chocolate. Es un dulce típico de la zona, la Subbética Cordobesa; concretamente de Rute y Priego de Córdoba.
En estos municipios existe una tradición y un arraigo especial a la elaboración de este dulce, puesto que siempre ha habido (y sigue habiendo) familias enteras dedicadas en cuerpo y alma a la producción de este dulce.
Básicamente, este dulce está fabricado a base de cacao, azúcar y canela y se realiza con dos sabores: a almendra o a cacahuete. Tiene una forma alargada y, aunque ahora se llame turrolate, antiguamente se le conocía como bollo de chocolate. El secreto del exquisito sabor de este dulce es la almendra. De este fruto seco, se aprovecha el aceite natural que suelta tras su molienda para darle ese toque especial y único.
De dónde procede
El turrolate es un dulce muy típico de la zona de la Subbética Cordobesa, el cual se elabora en las zonas de Priego de Córdoba y Rute.
Una curiosidad del turrolate es que no se conoce con exactitud su origen. Sin embargo, y gracias a que sus ingredientes han permanecido intactos con el paso de los años, parece ser que fue en la época árabe cuando se introdujo en Andalucía.
Ya en el año 1895 se encuentran referencias escritas sobre el turrolate; sin duda, uno de los tesoros de la gastronomía cordobesa actual.
Antiguamente, este dulce se regalaba a las madres que acababan de parir; por lo que su consumo se relaciona con la buena suerte y las buenas noticias. ¡Costumbre que se sigue haciendo en la zona!
Historia de su desarrollo
El padre del turrolate, tal y como lo conocemos en la actualidad, fue Francisco Merino Pareja. Este cordobés fabricaba turrolates por encargo de una forma muy curiosa: con un mortero a su espalda, iba a las casas de los particulares a elaborar el bollo de cacao.
El proceso que realizaba Merino era completamente artesanal. Primero, machacaba con sus propias manos el azúcar, las almendras y el cacao para dar lugar al delicioso turrolate. Una tarea ardua y costosa que, con el paso del tiempo, Francisco Merino Pareja mecanizó parte de su proceso (datamos de finales del siglo XIX).
Por entonces, las cantidades de los ingredientes variaban y se obligaba a hacer frecuentes catas y a ajustar las cantidades del resto de ingredientes para acertar con el sabor del turrolate tradicional.
Merino también fue quien dio nombre al turrolate. Antes se conocía como bollo de cacao o bollo de chocolate. Sin embargo, a finales de los años 20 – principios de los años 30 del siglo XX, cambió la legislación alimentaria. Esta obligaba que cualquier producto que llevara chocolate, tenía que tener en su composición, al menos, un 28% de cacao. Como este dulce no lo llevaba, en lugar de llamarse bollo de cacao o bollo de chocolate, pasó a llamarse turrolate, el cual ha permanecido hasta nuestros días. Sin duda, ¡una gran idea!