El olivo forma parte de la conocida tríada agrícola mediterránea (cereales, vid y olivo), productos básicos en la alimentación de los pueblos del Mediterráneo y, al igual que los cereales, ha sido objeto de dispersión desde la antigüedad.
El cultivo del olivo fue iniciado a comienzos del Neolítico en la región de Asia Menor. La difusión del cultivo en el Mediterráneo fue consecuencia de la extensión de la cultura desde oriente hacia occidente.
La expansión marítima de los fenicios diseminó el cultivo del olivo en las islas griegas, expandiéndose posteriormente por el norte de África, Sicilia, sur de Italia y la Península Ibérica.
La gran expansión de si cultivo se debió a Roma, que extendió el cultivo del olivo en el imperio romano, destacando el comercio de aceite de la Bética con destino a la metrópoli. En Hispania, fueron posteriormente los árabes los que impulsaron su cultivo.
El olivo y el aceite son uno de los pocos elementos presentes en todos los países de la Cuenca Mediterránea, de Europa, África o Asia. Los pueblos del mediterráneo han aportado su conocimiento al cultivo del olivo y a la extracción del aceite, manteniendo el cultivo del olivo de forma ininterrumpida hasta nuestros días, y haciendo del aceite un producto de uso habitual y una mercancía principal en los intercambios comerciales de todas las épocas.
Con el descubrimiento de América en el siglo XV, este patrimonio mediterráneo se extiende al Nuevo Mundo. En el siglo XVI se empezó a cultivar en Méjico, Perú, Chile y Argentina, y en el siglo XVIII en Estados Unidos (California, Florida).
El cultivo del Olivo ha continuado extendiéndose, especialmente desde finales del siglo XX, cultivándose hoy día en lugares tan distantes de sus orígenes como Australia, China o Brasil.
- Fuente: El Cultivo del Olivo
- D. Barranco
- R. Fernández-Escobar
- L. Rallo
